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Te quemarás en el infierno {Elizabeth}
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Te quemarás en el infierno {Elizabeth}
Sebastien estaba en casa con su conquista del día y, sinceramente, no me apetecía escuchar los gritos de placer de la pobre estúpida que no sabía lo que le esperaba luego de que mi querido hermano terminara de saciar sus deseos sexuales. Will, por su lado, prefería salir toda la noche y hacer quién sabe qué cosas. Era como una sombra. A veces ni siquiera me daba cuenta de que me seguía. Pero, bueno, yo era todavía mucho mejor en el arte de seguir. Sigilosa como un felino y casi invisible. En realidad prefería mostrarme, vamos, si tengo la belleza que poseo ¿por qué no presumirla?
Salí a dar una vuelta sola. Eran casi las diez de la noche. Cualquier chica a esta hora sería atacada por algún borracho o, peor, un depravado en busca de sexo cruel. Sin embargo yo no era una chica cualquiera. Ser demonio tiene sus grandes ventajas, si alguien quisiera hacerme daño, terminaría dañado él primero antes de poder tocarme un cabello. Aunque a veces era aburrido. Me gustaba divertirme, actuar y hacerme la víctima.
Como lo que esa noche continuó mientras caminaba intencionalmente sola en el famoso callejón del horror. No por nada se había ganado ese nombre. Los humanos ingenuos hablaban de las atrocidades que en él se podían ver. Sombras extrañas, sonidos espeluznantes, seres fuera de lo imaginable. Y, lo cierto, es que no estaban equivocados ni por poco.
Mientras los tacones de mis zapatillas resonaban con eco entre las paredes, un gato negro pasó cerca de mí y se erizó con mi presencia. Me incliné para acariciar su lomo y éste se incorporó hasta volverse manso. Los gatos tenían un contacto íntimo con nosotros, sobre todo los negros, y los humanos lo sabían, lo contaban en sus historias de espanto.
-Eres un lindo gatito -mascullé y gato ronroneó revoloteando entre mis pies. Luego, un ruido de pasos se hizo presente detrás de mí. El gato volvió a erizarse y salió despavorido. Me puse de pie nuevamente. Sabía que alguien se acercaba y, por lo que podía sentir, no era humano. Me giré despacio y me encontré con una pelirroja de piel tan blanca como la nieve. Elevé una ceja y me puse los brazos en jarras.
-¿Y tú qué eres, preciosa? -dije con cierta intriga. Una chica linda como ella no parecía de la vida galante. Pero eso no era lo que me intrigaba, sino su presencia ahí, sola.
Salí a dar una vuelta sola. Eran casi las diez de la noche. Cualquier chica a esta hora sería atacada por algún borracho o, peor, un depravado en busca de sexo cruel. Sin embargo yo no era una chica cualquiera. Ser demonio tiene sus grandes ventajas, si alguien quisiera hacerme daño, terminaría dañado él primero antes de poder tocarme un cabello. Aunque a veces era aburrido. Me gustaba divertirme, actuar y hacerme la víctima.
Como lo que esa noche continuó mientras caminaba intencionalmente sola en el famoso callejón del horror. No por nada se había ganado ese nombre. Los humanos ingenuos hablaban de las atrocidades que en él se podían ver. Sombras extrañas, sonidos espeluznantes, seres fuera de lo imaginable. Y, lo cierto, es que no estaban equivocados ni por poco.
Mientras los tacones de mis zapatillas resonaban con eco entre las paredes, un gato negro pasó cerca de mí y se erizó con mi presencia. Me incliné para acariciar su lomo y éste se incorporó hasta volverse manso. Los gatos tenían un contacto íntimo con nosotros, sobre todo los negros, y los humanos lo sabían, lo contaban en sus historias de espanto.
-Eres un lindo gatito -mascullé y gato ronroneó revoloteando entre mis pies. Luego, un ruido de pasos se hizo presente detrás de mí. El gato volvió a erizarse y salió despavorido. Me puse de pie nuevamente. Sabía que alguien se acercaba y, por lo que podía sentir, no era humano. Me giré despacio y me encontré con una pelirroja de piel tan blanca como la nieve. Elevé una ceja y me puse los brazos en jarras.
-¿Y tú qué eres, preciosa? -dije con cierta intriga. Una chica linda como ella no parecía de la vida galante. Pero eso no era lo que me intrigaba, sino su presencia ahí, sola.
Re: Te quemarás en el infierno {Elizabeth}
¿La vida, no es justa… verdad? Por mucho tiempo, me he preguntado, ¿Cómo sería mi vida de ser una y pusilánime mortal… así como tu justamente… yo no puedo ver la luz del sol porque me daña, por lo tanto… tu nunca volverás a ver la luz del día… bon voyage en enfer
La pelirroja observa a su presa, misma que le mira con cierto miedo en la mirada, la mujer inmortal le sonríe con demencia, se inclina justo donde esta reposando el cuerpo con vida de la mortal, puede incluso escuchar el latir de su corazón, el cual esta agitado y trabajando a 1000 por hora, el sonido de “POM, POM, POM,POM,POM” a cada segundo es un sonido que le excita a sobremanera, puesto que ese simple musculo esta bombeando mucha más sangre de la normal, eso es sinónimo de más alimento para ella. Estando en la misma dirección le rosa la mejilla, mira directamente a los ojos y finge ternura al tacto con la humana, enarca la ceja y le habla pausadamente.
-Sabes en la antigüedad, nos llamaban predadores nocturnos, también nos han llamado asesinos, bebedores de sangre e incluso… nos han puesto caras horrorosas, orejas puntiagudas, largas uñas, peinados extravagantes, la habilidad de volar e incluso nos han puesto la simple idiotez de brillar con la luz del sol… ni que fuéramos linternas. Pero para tu desgracia- realiza una pausa, suspira tranquilamente observa a su alrededor, se encoje en hombros y le aprieta la mejilla a la humana –somos mucho peor que ello, así que... tu no volverás a ver la luz del día… pero estoy de buen humor, te voy a dar 5 minutos de ventaja, corre con todas tus fuerzas, vuela si es necesario, si logras llegar al “callejón de horror” con vida, entonces vivirás para contarlo…huye, huye muy lejos, escóndete donde no pueda encontrarte… vamos corre-
La mujer mortal corre con todas sus fuerzas, Elizabeth sonríe ampliamente sabe perfectamente que la futura muerte de la humana es próxima, hace rodar los ojos y observa el cielo estrellado, suspira, observa su reloj y puede ver que pasan de las 10 de la noche, Marcus aun sigue de viaje por lo que casería será solo de ella esta noche, Stefan en sabe los dioses donde, con su heredero se puede esperar cualquier cosa, por lo que no se preocupa; Lizzie seguramente en casa intentando pasar desapercibida, así que la diversión se la queda ella sola, seguramente las noches al regresar su esposo será mucho mejores de lo que ya lo son. Observa nuevamente su reloj y observa que han pasado los 5 minutos que le ha dado de ventaja a la humana. Con la suma calma camina tranquilamente, comenzando a silbar una canción. Sus pasos se ven delatados por las zapatillas color turquesa, los cuales combinan a la perfección con un vestido amplio en color rosa, un look bastante fresco y juvenil, que va de acorde a la edad que aparenta tener. Con calma y como si se tratara de una niña de 15 años, camina casi pateando las escasas piedras que se encuentran en su camino, suspira y hace uso de sus habilidades. La humana esta a escasos 2 metros de llegar, casi puede ver la vida en escasos metros de distancia, pero antes de que llegue al callejón, la pelirroja se le posiciona delante suyo, sonriéndole con maldad, sin que la humana lo impidiese, le sujeta con las manos ambos brazos dejándola inmóvil.
-Tan cerca y a la vez tan lejos… te veo en el infierno… - susurra mirándole con la demencia característica en los ojos, tira el cuerpo de la humana hacia ella y le desgarra el cuello con suma violencia, bebe despavorida la sangre que emana del cuerpo casi sin vida de la mortal, la mujer quiere gritar pero no puede, la voz poco a poco se le va extinguiendo al igual que la vida, intenta forcejear hasta que las fuerzas se agotan, deja de emitir fuerza y los brazos se rinden dejando que Lucifer o Hades, o quien rayos este a cargo del infierno se lleve la vida de la mortal. La ojiclara deja caer el cuerpo sin vida de la humana, observa lo frágil que es, da la media vuelta y emprende el camino por el callejón, limpia sus labios y relame la sangre que se queda en sus dedos y continua caminando. La silueta de una mujer a lo lejos llama su atención, no por el simple hecho de verla sola en ese lugar, si no por el aroma que desprende su cuerpo, una mezcla entre muerte y azufre, suspira camina con paso lento hacia ella, quien luce hermosa, rozagante y a la vez elegante, porte que un mortal no puede poseer. La mujer de cabellos negros le habla y la pelirroja simplemente sonríe.
-¿Qué soy? Una de tu clase, por supuesto que no- enarca la ceja y cruza los brazos observándola detenidamente – soy conocida en el mundo como una predadora nocturna, hija de la noche y amante de la sangre, soy a lo que los humanos llaman…vampiro- menciona su raza, manteniendo el porte elegante y los brazos cruzados, se mantiene en su lugar, observando a la mujer frente a ella, puede deducir por su aroma que es un demonio, un aroma como ese difícilmente puede olvidar, en su andar por el mundo ha podido encontrarse con alguno en su camino, sabe que son peligrosos, mucho más poderosos que incluso ella misma, por lo que una cosa es que tenga un ego del tamaño del universo y otra es que sea estúpida, sabe con quién ser altanera y con quien ser cautelosa y analítica, justo como en este caso.
-Si mi olfato no me engaña, eres una “cazadora” de almas mortales, las cuales envías al infierno para beneficio propio, sin tanto “choro” eres un demonio…¿ o me equivoco?- deduce lo que es la mujer, aunque esta 100% segura de no fallar. Enarca la ceja y mantiene el semblante serio, ni ella y mucho menos la vampiresa son seres de confianza, así que… comience el juego
-Sabes en la antigüedad, nos llamaban predadores nocturnos, también nos han llamado asesinos, bebedores de sangre e incluso… nos han puesto caras horrorosas, orejas puntiagudas, largas uñas, peinados extravagantes, la habilidad de volar e incluso nos han puesto la simple idiotez de brillar con la luz del sol… ni que fuéramos linternas. Pero para tu desgracia- realiza una pausa, suspira tranquilamente observa a su alrededor, se encoje en hombros y le aprieta la mejilla a la humana –somos mucho peor que ello, así que... tu no volverás a ver la luz del día… pero estoy de buen humor, te voy a dar 5 minutos de ventaja, corre con todas tus fuerzas, vuela si es necesario, si logras llegar al “callejón de horror” con vida, entonces vivirás para contarlo…huye, huye muy lejos, escóndete donde no pueda encontrarte… vamos corre-
La mujer mortal corre con todas sus fuerzas, Elizabeth sonríe ampliamente sabe perfectamente que la futura muerte de la humana es próxima, hace rodar los ojos y observa el cielo estrellado, suspira, observa su reloj y puede ver que pasan de las 10 de la noche, Marcus aun sigue de viaje por lo que casería será solo de ella esta noche, Stefan en sabe los dioses donde, con su heredero se puede esperar cualquier cosa, por lo que no se preocupa; Lizzie seguramente en casa intentando pasar desapercibida, así que la diversión se la queda ella sola, seguramente las noches al regresar su esposo será mucho mejores de lo que ya lo son. Observa nuevamente su reloj y observa que han pasado los 5 minutos que le ha dado de ventaja a la humana. Con la suma calma camina tranquilamente, comenzando a silbar una canción. Sus pasos se ven delatados por las zapatillas color turquesa, los cuales combinan a la perfección con un vestido amplio en color rosa, un look bastante fresco y juvenil, que va de acorde a la edad que aparenta tener. Con calma y como si se tratara de una niña de 15 años, camina casi pateando las escasas piedras que se encuentran en su camino, suspira y hace uso de sus habilidades. La humana esta a escasos 2 metros de llegar, casi puede ver la vida en escasos metros de distancia, pero antes de que llegue al callejón, la pelirroja se le posiciona delante suyo, sonriéndole con maldad, sin que la humana lo impidiese, le sujeta con las manos ambos brazos dejándola inmóvil.
-Tan cerca y a la vez tan lejos… te veo en el infierno… - susurra mirándole con la demencia característica en los ojos, tira el cuerpo de la humana hacia ella y le desgarra el cuello con suma violencia, bebe despavorida la sangre que emana del cuerpo casi sin vida de la mortal, la mujer quiere gritar pero no puede, la voz poco a poco se le va extinguiendo al igual que la vida, intenta forcejear hasta que las fuerzas se agotan, deja de emitir fuerza y los brazos se rinden dejando que Lucifer o Hades, o quien rayos este a cargo del infierno se lleve la vida de la mortal. La ojiclara deja caer el cuerpo sin vida de la humana, observa lo frágil que es, da la media vuelta y emprende el camino por el callejón, limpia sus labios y relame la sangre que se queda en sus dedos y continua caminando. La silueta de una mujer a lo lejos llama su atención, no por el simple hecho de verla sola en ese lugar, si no por el aroma que desprende su cuerpo, una mezcla entre muerte y azufre, suspira camina con paso lento hacia ella, quien luce hermosa, rozagante y a la vez elegante, porte que un mortal no puede poseer. La mujer de cabellos negros le habla y la pelirroja simplemente sonríe.
-¿Qué soy? Una de tu clase, por supuesto que no- enarca la ceja y cruza los brazos observándola detenidamente – soy conocida en el mundo como una predadora nocturna, hija de la noche y amante de la sangre, soy a lo que los humanos llaman…vampiro- menciona su raza, manteniendo el porte elegante y los brazos cruzados, se mantiene en su lugar, observando a la mujer frente a ella, puede deducir por su aroma que es un demonio, un aroma como ese difícilmente puede olvidar, en su andar por el mundo ha podido encontrarse con alguno en su camino, sabe que son peligrosos, mucho más poderosos que incluso ella misma, por lo que una cosa es que tenga un ego del tamaño del universo y otra es que sea estúpida, sabe con quién ser altanera y con quien ser cautelosa y analítica, justo como en este caso.
-Si mi olfato no me engaña, eres una “cazadora” de almas mortales, las cuales envías al infierno para beneficio propio, sin tanto “choro” eres un demonio…¿ o me equivoco?- deduce lo que es la mujer, aunque esta 100% segura de no fallar. Enarca la ceja y mantiene el semblante serio, ni ella y mucho menos la vampiresa son seres de confianza, así que… comience el juego
Elizabeth D'Arcy- Vampiros
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 12/08/2012
Re: Te quemarás en el infierno {Elizabeth}
Con una sonrisa torcida escucho a la pelirroja decirme lo que es. Un vampiro, en su caso, vampiresa. He escuchado de ellos, de hecho, conozco a más de uno. Pobres inmortales, condenados a vivir eternamente en un lugar tan sucio y putrefacto como lo es este planeta. Aunque, bien, también yo soy parte de este lugar, pero puedo asegurar que mi vida es más divertida que la de cualquiera de su especie e incluso otras.
Asiento suavemente y doy unos pasos hacia ella, no es peligrosa, en dado caso soy yo a quien ella debería temer. Podría despojarla de la pizca de alma que le queda en un abrir y cerrar de ojos. Pero no valdría la pena. Son asesinos por naturaleza, sus almas son impuras y a saber qué edad tenía esa mujer. Si bien sé que pueden existir por siglos.
Mi sonrisa se ensancha más cuando ella adivina mi naturaleza. No me sorprende, después de todo, si yo supe lo que ella era, ella podía adivinar lo que yo soy. Habilidades de seres no terrenales.
—No, no te equivocas. Soy un demonio. —confirmé. La verdad es que si hubiese podido ser otra cosa, habría sido un vampiro. No, la verdad no.
Pronto, mi nariz detectó el típico aroma de un alma despidiéndose de su antiguo cuerpo. Dedujo que la mujer frente a mí había cometido uno de tantos asesinatos, seguramente, en busca de alimento. Miré sobre su hombro desinteresadamente y luego volví a sonreír.
—Uhm. Alguien acaba de tomarse un aperitivo —canturreé y seguí mi andar, pasando de largo hasta donde mis sentidos me indicaban que se encontraba el alma —. Sino te molesta, tomaré algo de las sobras —lo cierto es que ni siquiera me importaba si a ella le molestaba o no.
Para cuando me estuve acercando, distinguí entre las sombras del callejón un cuerpo inmóvil en el suelo. Me acerqué tentativamente, haciendo sonar mis tacones. El cuerpo sin vida de una mujer yacía en la oscuridad. Me recliné y tomé su cabeza para ver a la chica, por puro morbo y pude ver en su cuello las señales del daño. —Vaya, eres toda una perversa sanguinaria —dije al aire, enviando las palabras a la pelirroja. Saqué de los bolsillos de mi pantalón una pequeña cajita de brillante como el oro. Para los humanos aquello podría parecer un porta-cigarrillos, pero para mí, era mi estuche de almas. Coloqué mi mano sobre el pecho de la mujer e hice como si halara algo. En seguida, una bruma plateada emergió de su pecho y yo me hice con ella, la guardé en mi estuche y lo devolví a mis bolsillos.
—Listo. Un alma más para mi colección. Aunque prefiero ser yo quien acabe con sus miseras vidas. Pero tampoco soy tonta como para desperdiciar una oportunidad así. —dije al tiempo que me giraba a la pelirroja. —Quién sabe, hasta podríamos hacer equipo, querida.—me acerqué hasta ella y me detuve cerca —Por cierto, soy Lilith. La pesadilla de muchos, el placer de otros y la amiga de nadie. —peculiar presentación.
Asiento suavemente y doy unos pasos hacia ella, no es peligrosa, en dado caso soy yo a quien ella debería temer. Podría despojarla de la pizca de alma que le queda en un abrir y cerrar de ojos. Pero no valdría la pena. Son asesinos por naturaleza, sus almas son impuras y a saber qué edad tenía esa mujer. Si bien sé que pueden existir por siglos.
Mi sonrisa se ensancha más cuando ella adivina mi naturaleza. No me sorprende, después de todo, si yo supe lo que ella era, ella podía adivinar lo que yo soy. Habilidades de seres no terrenales.
—No, no te equivocas. Soy un demonio. —confirmé. La verdad es que si hubiese podido ser otra cosa, habría sido un vampiro. No, la verdad no.
Pronto, mi nariz detectó el típico aroma de un alma despidiéndose de su antiguo cuerpo. Dedujo que la mujer frente a mí había cometido uno de tantos asesinatos, seguramente, en busca de alimento. Miré sobre su hombro desinteresadamente y luego volví a sonreír.
—Uhm. Alguien acaba de tomarse un aperitivo —canturreé y seguí mi andar, pasando de largo hasta donde mis sentidos me indicaban que se encontraba el alma —. Sino te molesta, tomaré algo de las sobras —lo cierto es que ni siquiera me importaba si a ella le molestaba o no.
Para cuando me estuve acercando, distinguí entre las sombras del callejón un cuerpo inmóvil en el suelo. Me acerqué tentativamente, haciendo sonar mis tacones. El cuerpo sin vida de una mujer yacía en la oscuridad. Me recliné y tomé su cabeza para ver a la chica, por puro morbo y pude ver en su cuello las señales del daño. —Vaya, eres toda una perversa sanguinaria —dije al aire, enviando las palabras a la pelirroja. Saqué de los bolsillos de mi pantalón una pequeña cajita de brillante como el oro. Para los humanos aquello podría parecer un porta-cigarrillos, pero para mí, era mi estuche de almas. Coloqué mi mano sobre el pecho de la mujer e hice como si halara algo. En seguida, una bruma plateada emergió de su pecho y yo me hice con ella, la guardé en mi estuche y lo devolví a mis bolsillos.
—Listo. Un alma más para mi colección. Aunque prefiero ser yo quien acabe con sus miseras vidas. Pero tampoco soy tonta como para desperdiciar una oportunidad así. —dije al tiempo que me giraba a la pelirroja. —Quién sabe, hasta podríamos hacer equipo, querida.—me acerqué hasta ella y me detuve cerca —Por cierto, soy Lilith. La pesadilla de muchos, el placer de otros y la amiga de nadie. —peculiar presentación.
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