¿Vampiros? Son Odiosos {Elizabeth D'Arcy}

Durmiente de día, predadora de noche, esa es la mujer inmortal, una predadora que gusta de la tortura de los seres humanos, aquellos que poseen el liquido vital que le da vida y enriquece sus sentidos, volviéndola ágil, veloz, fuerte… liquido de vida, liquido delicioso, elixir de la eternidad, sagrada sangre que brota de los corazones humanos, mismos que se vuelven exquisitos al sostenerlos con las manos. La pelirroja se pone en pie, se encuentra en el despacho de Marcus, coge el abre cartas que esta justo a un costado del retrato familiar, sonríe mientras sus dedos recorren la superficie de marco, rosando el rostro de sus tres tesoros, por quienes asesinaría sin pensarlo. Lanza el abre cartas y se incrusta en la puerta de madera que divide la estancia del despacho. Sonríe con cierta maldad, abre la ventana de la casa y sale por ahí, olvidándose de las “buenas costumbres y modales”, corre con la rapidez nata de los inmortales, siente como el viento le golpea el rostro, sonríe ante lo que miran sus ojos a cada paso que da, el viento sopla, el cabello se le revuelve, hasta sentir ese vitalidad, dulzura e incluso gran aroma a sangre... sangre joven y no hay nada mejor que la sangre de un mortal que recien comienza a vivir.

Busca a su presa, seguramente alguien que se ha perdido en el bosque, algo que sinceramente poco le importa. Comienza a caminar con cautela, dejando que apenas las hojas delaten su presencia. Se esconde detrás de un enorme roble, mismo que puede casi alcanzar mas de 10 metros de altura, espera cautelosa, hasta que llega una mujer rubia, puede describirse como una mujer hermosa a simple vista, mirada impactante, porte al caminar, pero no deja de ser una simple humana, y eso la convierte en presa fácil, los humanos por mucho “entrenamiento” que tengan, son sumamente frágiles, cosa que siempre los deja en desventaja.

Sale de las sombras, observa a la joven, quien rápidamente le observa, hace rodar los ojos y frunce el seño ya que las preguntas comienzan a dispararse, mucho más rápido que un reportero en alfombra roja de película con protagonistas en escándalo, suspira y espera a que la mujer se calme, si hay algo que siempre ha detestado es que su cena hable hasta por los codos, sea paranoico y además le diga “¿Qué eres?”, sonríe con gracia, dejando ver sus enormes colmillos, para luego cruzar los brazos y relajar las facciones de la cara, para verse y lucir mucho mas natural.

-Tranquila mujer, no te pongas con esa barrera de negatividad….- sonríe abriendo los ojos con cierta sorpresa –respuesta a la primera pregunta, me llamo Elizabeth- sonríe con “dulzura”-respuesta a la segunda pregunta, o más bien debería de preguntarte lo mismo, pero bueno, ¿Qué hago aquí?, lo mismo que seguramente haces aquí… - sonríe ampliamente y trata de controlar la cabeza, la lengua y la gracia para no decirle una verdad que tarde que temprano terminara por saber –La última pregunta…. Emm… no la comprendo, ¿a qué te refieres con él “que soy”?- frunce el seño manteniendo una fingida, pero sumamente creíble mueca de sorpresa, misma que ha engañado a muchos, y a menos de que tenga conocimientos de semiótica corporal la podrá descubrir, pero, por la pinta de la joven que, si acaso rayara los 18 años, los estudios de semiótica comienzan a los 22 y aunque tenga la edad, muy pocas personas tienen ese conocimiento.

-Que más puedo ser, una mujer como tu…- ironía y cierto sarcasmo natural, es mas que evidente que esta comenzando a jugar con la humana. Parpadea y ladea la cabeza, baja las manos y se rasca la cabeza, como dando la impresión de estar confundida –nena, relájate, estar a la defensiva todo el tiempo no te va a llevar a nada, relájate… mejor dime ¿Cómo te llamas?- comienza con el juego de ganar la confianza de su presa, eso siempre funciona.