Al caer la noche... los predadores y secretos salen a flote ( Lizzy)

Al caer la noche la mujer de más de dos siglos sonríe ampliamente, como buena predadora nocturna, el espectáculo nocturno de la luna es lo que más añora al llegar el dulce aire de la noche. La pelirroja se observa al espejo, termina de reacomodarse el cabello, costumbre que desde que se caso con Marcus ha prevalecido, acomoda su vestimenta en color negro, color que le gusta dado que es elegante, sonríe y culmina colocándose el labial rojo carmesí. Sonríe ligeramente y sale de la habitación, recorre el enorme pasillo de su casa, camina cadenciosa y a paso lento. Poco a poco desciende las escaleras, observa todo a su alrededor, la paz reina en su hogar, algo que no termina por agradarle debido a que la simple tranquilidad para ella es caótica, nuevamente da un vistazo y recuerda que la casa esta sola, Stefan seguramente andará por ahí, Lizzy en su mundo y Marcus de viaje por negocios familiares, por lo que se encuentra sola, por la noche.

De casa sale a pie, no se preocupa por ir en auto, debido a que le gusta hacer valer sus habilidades natas, recorre a gran velocidad por la zona residencial en la que vive, no desea ir a una zona comercial, mucho menos a por café y nada de ello, prefiere ir a un lugar al cual siente esa pesadez y olor a muerte que tanto le gusta. El cementerio de la ciudad es su lugar predilecto, aquel lugar donde el aroma a cadáver fresco se respira con solo poner un simple pie. Adora tener que sembrar el miedo en los veladores quienes cada determinado tiempo se marchan ya que afirman ver seres desconocidos para él, una mujer y un hombre que se aparecen en lugares diferentes, afirman que son fantasmas que suelen aparecerse en determinados lugares, simples patrañas de la mente humana que nunca va estar preparada para cruel realidad.

Elizabeth llega a la puerta principal, no le cuesta trabajo entrar, ya que da un salto que la guía hacia el otro lado del recinto de muerte. Al caer el cabello se le revuelve ligeramente, por lo que reacomoda su cabellera y se mantiene con la pose y porte elegante que se ha caracterizado en la mujer inmortal. Camina nuevamente, cierra los ojos y deja que por su fosas nasales entre el aroma a cadáver fresco, tendrá escasos 2 días de muerto el cuerpo, es una verdadera lastima tanta sangre desperdiciada, un desperdicio que bien pudo aprovechar para saciarse así misma y luego dejarlo o dejarla morir, pero bueno, los humanos son tan frágiles que con el simple soplo de viento que se extingue a la brevedad. Camina mientras a su paso las hojas secas delatan su presencia; como es de esperarse el velador ahí presente se esconde, puede prácticamente predecirlo ya que su mente es de fácil alcance. Se detiene justo frente a una tumba, una que ha mirado durante muchos años, bueno, es la misma tumba en la que se detiene cada que acude a este lugar, tumba que le ha marcado la existencia, ahí conoció a Marcus, ahí puede mirar la luna en todo su esplendor, y esa misma tumba, guarda uno de los secretos mejor guardados por la inmortal y su esposo.

-Hola Mikael Owen, ¿Cuánto tiempo sin verte?- musita a la tumba, sonriendo con la maldad nata que despide por cada poro de su piel, enarca la ceja y como es su costumbre se recuesta profanando la tumba de ese hombre que lleva más de 120 años de muerto, tumba que el matrimonio D'Arcy ha mantenido intacta y cada que tienen oportunidad la mandan cuidar, ya que ahi esta una de las cosas que tanto valor posee para ellos, secreto que a su debido tiempo el mundo sabra.

Sentada en el suelo al pie de su cama con auriculares puestos, la pelirroja disfrutaba de ‘Holding on and letting go’ a todo volumen. No existían palabras para describir lo mucho que le gustaba esa canción. Cantó por lo bajo mientras repetía una y otra vez la melodía. Sus ojos estaban fijos en la revista de modas que reposaba en sus manos y cambiaba de página en busca de algo realmente interesante para leer. Había visto las modas ir y venir, y las personas diciendo ‘esto jamás volverá a ponerse de moda’ y si lo hacían, solo que no lograban vivir para verlo. Terminó de ojear la revista y con un tenue suspiro la dejó a un lado. Descansó la cabeza sobre la orilla de la cama y observó por un momento el techo antes de ponerse en pie para ir en busca de su celular que, de nuevo, había dejado sobre la mesa del recibidor “cuando aprenderás, Elizabeth” se dijo mientras bajaba rápidamente las escaleras aun con los auriculares puestos.

Una cabellera roja se perdía entre las sombras afuera de su casa y sin pensarlo demasiado tomo su celular y salió en busca de respuestas. ¿Cuántas veces había deseado hacer lo que ahora hacía? ¿Cuántas veces había preguntado a Stefan si él tenía la misma curiosidad y ganas de saber que hacía mamá cuando salía sola o con papá por la noche? Y ahora, estaba caminando tras ella en espera de descubrir algo grandioso o tormentoso. No estaba complemente segura si su madre ya sabía que estaba tras ella, aunque por momentos pensaba que en segundos se le plantearía enfrente, por otros pensaba que no sentía su presencia, la presencia de su pequeña. A pesar de que estaba a una distancia considerable, sabía que en cualquier momento podía notar que alguien le seguía, que su hija le seguía. Se quedó paralizada cuando sin esfuerzo alguno, Elizabeth lograba entrar al cementerio.

Jamás se había considerado vampiro, aunque debía alimentarme de sangre para seguir viviendo, eso era algo que jamás aceptaría y su familia lo sabía. ¿Quién tendría el corazón para vivir a cuestas de otros? “tú lo estas haciendo, Lizzie” contestó una voz en su cabeza. Estaba tan cansada de todo eso, pero había alguien que le motivaba a salir a beber sangre, alguien por el que sentía que valía la pena alimentarse para tener fuerzas día a día y en algún momento, todos lo sabrían.

Se quito los auriculares antes de seguir los pasos de su madre y adentrarse al cementerio. A pesar de que ya no podía verle, no le fue difícil encontrar el lugar en el que Elizabeth se encontraba. Un aire helado recorrió su columna vertebral y la hizo estremecerse. No estaba segura si eran las palabras emitidas por su madre, el tono que utilizó o el viento frio que soplaba esa noche. Salió entonces del árbol del que estaba oculta y se colocó en segundos frente a su madre, quien ya hacía recostada sobre la tumba. -¿Qué haces aquí? ¿Quién es Mikael Owen?- preguntó llena de curiosidad y temerosa de la reacción que pudiese tener su madre. Después de todo, Lizzie jamás estaba segura de como la encontraría de humor.

Con suma cautela acomoda su cuerpo en la tumba, con la mirada hacia el cielo, observa cada una de las estrellas, tratando de buscar formas, triángulos, cuadrados e incluso las multicitadas constelaciones que los humanos se han empeñado en buscar en el cielo. Suspira por lo bajo, de estar Marcus con ella en este momento seguramente recordarían esa misma noche, noche en donde todo cambio para ellos y que gracias a esa noche ahora son lo que son, y que justamente debajo de la tumba que profana se encuentra su mejor secreto. Por simple instinto sonríe, escucha el crujir de las hojas secas, unos pasos delatan la presencia de alguien, no es humano, el aroma de los humanos es mucho más dulce, por el contrario se trata de un ser similar a ella, el aroma floral delata al ser que de las sombras se manifiesta, el corazón se late con suma fuerza, los ojos se le iluminan como si fueran faros, puesto que ver a uno de sus cachorros en este lugar es algo que le llena de mucha emoción, ya que solo un amante de tanta muerte es capaz de pisar este lugar a estas horas. Sabe que en el fondo su pequeña es una predadora y con el paso de los siglos se hará mucho más sabia y valorará lo que con esfuerzo tanto la pelirroja como Marcus han forjado tanto para Stefan como para ella.

-Buenas noches hija- habla con su toque elegante y cordial, poco a poco se reincorpora, sentándose en la tumba, le sonríe ampliamente y luego enarca la ceja –¿Qué hago aquí?, supongo que lo mismo que tu pequeña… mejor yo debería de preguntar ¿Qué haces aquí Lizzie?- ladea la mirada y luego observa el nombre en la lapida, sonríe con maldad y luego regresa la mirada hacia su hija –Mikael Owen no es nadie, solo un simple muerto que seguramente ya es polvo ahora, de la misma manera en la que terminan todos los humanos…¿Por qué de tu pregunta?- revierte la pregunta, mintiendo en cierta manera y a la ves diciendo la verdad, ya que al menos para ella ese mortal ya no es nada solo un pequeño montículo de polvo que guarda un pequeño secreto de la familia D’Arcy, secreto que el matrimonio guarda celosamente.

De la tumba se incorpora, camina lentamente hacia su pequeña, cada paso que da hace crujir las hojas secas, cada paso es como si fuera una felina que intenta atacar a su presa, solo que por el contrario, en esta ocasión la felina intenta proteger a su cachorro, ya que como dice el dicho “La curiosidad mato al gato”y en este caso sería a la vampiresa.

-Te hacia en casa de alguna amiga o no se en algún otro lado que no fuera este- llega justo frente a su hija, quien es idéntica a su padre, el mismo tamaño y forma de los ojos, la sonrisa, el porte e incluso algunos de los gestos que realiza al hablar son de Marcus, de no ser por ese “amor” injustificado que tiene hacia la humanidad, sería una digna representante de la familia, aunque aun guarda la esperanza que ese instinto asesino nato que lleva en la sangre despierte y le llene de mucho más orgullo a la mujer de más de dos siglos.

-El porque de justo esta tumba- le observa y se lleva uno de los dedos a la cabeza, intentando explicarle que ella tiene desarrollado la lectura de mente, y aunque no ha entrado a la cabeza de su hija, deduce lo que esta pensando –Es porque tiene la mejor vista que las demás- nuevamente miente y a la vez dice la verdad, su pequeña aun no esta preparada para la revelación, que puede que no sea la gran cosa, pero que seguramente marcara el destino de la familia, teniendo que regresar a los años en donde su pequeños aun eran muy indefensos y que apostaría la inmortalidad que no recuerdan nada de lo sucedido hace ya casi 100 años.